Hace pocos días pasó por Málaga el periodista Bernard Cassen para cerrar un ciclo de conferencias sobre Europa. El líder del movimiento antiglobalización clamó nuevamente contra el sometimiento de los estados a la gran banca y a las multinacionales. Y entre tanto análisis crítico ¿hay espacio para alguna propuesta sostenible? Las de Felipe González empiezan a resultarnos familiares de puro comprensibles. Su idea de Europa converge sobre la ciudadanía europea como intangible de un valor extraordinario y la alianza de los factores ciencia e innovación.
De ciudadanía, ciencia e innovación hizo el Gobierno de España una experiencia única durante el semestre de la presidencia en 2010. Se llamó Agenda Ciudadana de Ciencia e Innovación y constituyó la mejor experiencia participativa del periodo. Consiguió implicar a miles de ciudadanos europeos y acercarlos a los espacios de decisión pública a través de la identificación de 14 retos elegidos por 14 grandes personalidades de la ciencia y la innovación en Europa. Lo extraño de ésta y otras muchas experiencias es que una vez llevadas a cabo no sabemos si sirven para algo más que para que algunos diputados y diputadas podamos preguntar al Gobierno sobre su valoración.
Europa tiene agenda, pero nos tememos que algo desestructurada.
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