domingo, 13 de diciembre de 2009

Los peajes de la derecha española

Cartel exhibido en una calle de Roma

Llevamos unas semanas inmersos en debates anacrónicos. Al debate del aborto, que creíamos ya superado, ahora han unido el de la libertad religiosa. Y ocurre en la misma semana en que hemos celebrado el trigésimo primer aniversario de nuestra Constitución. Pensábamos que el Partido Popular ya había completado su repertorio de bestias apocalípticas con las que agitar el miedo en la sociedad. Miedo a la diversidad afectivo-sexual y negación del derecho a la igualdad de los diferentes -gays, lesbianas, bisexuales y transexuales-; miedo a los extranjeros y sus críticas furibundas a las políticas de integración de los inmigrantes; miedo hipócrita a afrontar los problemas derivados de una deficiente o inexistente eduación sexual y su consiguiente negación a una regulación del aborto de la manera que lo hacen los países de nuestro entorno.
Pues nos equivocamos. La derecha española, con Rajoy en el altar mayor, despierta ahora la cuarta bestia del apocalipsis: el miedo a la libertad de conciencia que implica la libertad religiosa y el respeto a quienes practican otros credos, o no practican ninguno. Y la han revestido de cruzada religiosa contra el laicismo, ese que precisamente reconoce la propia Constitución Española. Algo grave está sucediendo para que el Partido Popular, constitucional y democrático, esté cuestionando en muchas ocasiones a la propia Carta Magna. ¿Que está ocurriendo?

El Partido Popular decidió introducir en la agenda política una nueva cruzada: la de los crucifijos; de la misma manera que tomó decisiones semejantes frente al reconocimiento del matrimonio homosexual, los mensajes xenófobos respecto a la política de inmigraciòn del Gobierno y la alianza con el ideario de la extrema derecha española en relación al aborto.
Existen grandes paralelismos con lo que está pasando en algunos países de nuestra querida Europa: Holanda, Austria, Italia, por ejemplo. Debe preocuparnos, como ciudadanos en democracia, esta alianza con los sectores más conservadores de nuestra sociedad, con las posturas más intransgentes de la jerarquía de la Iglesia Católica y con los grupos ultra que ven una oportunidad de sacar la cabeza como oposición a las políticas del Gobierno de Zapatero. Me refiero a esos centenares de grupúsculos inscritos en el registro de asociaciones políticas de los que algunos concurren a las elecciones generales y europeas. Grupos neonazis, neofascistas, neofranquistas y ultracatólicos que tienen presencia en la Red y que ahora mismo se están retroalimentando con esta forma envenenada de hacer política sin escrùpulos.
Creo que la mayoría de los electores que apoyaron al Partido Popular no se identifican con esta deriva en la que se ve arrastrado el principal partido de la oposición en España. A los peajes que paga la derecha hay que sumar uno nuevo: el de la intolerancia disfrazada de defensa de las esencias tradicionales y su consiguiente contribución a los discursos del miedo. Sólo una última reflexión sin ánimo de extrapolación histórica: el miedo y la inseguridad derivadas de la crisis del 29 fueron un excelente caldo de cultivo para el ascenso de las ideologías totalitarias en Europa.


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