domingo, 21 de marzo de 2010

En la forja de una sociedad lectora

Que los ayuntamientos y los agentes sociales se impliquen en los planes de fomento de la lectura. Lo ha pedido esta semana, en Málaga, el comité científico del Observatorio Andaluz de la Lectura que preside José Antonio Marina. Ha pintado el profesor Marina un cuadro de tintes dramáticos sobre la situación de la sociedad lectora en Andalucía donde no se escapan ni los docentes: "leen muy poco los maestros que son los grandes transmisores del interés por la lectura y de la capacitación de la comprensión lectora". No niego que necesitemos ser más eficaces en las políticas de fomento de los hábitos lectores pero discrepo de esa visión que roza la tragedia e ignora los caminos transitados y los avances conseguidos, tanto en Andalucía como en el conjunto de España. Y a los hechos me remito. Hemos superado el standard fijado por la Unesco basado en el índice de disponibilidad de libros por habitante: 1,18 en el año 2004 frente al 1,62 actual. Disponemos de muchos más libros pero también leemos más, especialmente en la franja más joven: más del 91% de adolescentes entre 12 y 15 años confiesa leer libros diariamente en los distintos soportes. Estamos forjando una sociedad lectora.
No es posible comprender este fenómeno en todo su alcance si no ponemos en valor las acciones desarrolladas por las instituciones públicas en un sector como el del libro, una industria cultural sometida a un proceso de transformación sin precedentes como consecuencia de la transición a la era digital. ¿Cuál es el balance?
El sector del libro en España ha sido beneficiario de la apuesta realizada por el Ministerio de Cultura a través de los planes de fomento de las industrias culturales y, especialmente, de las dotaciones extraordinarias de fondos bibliográficos a la bibliotecas públicas de este país. Hemos pasado de aquellos 129.000 euros destinados a este fin en los presupuestos generales de 2004 a los 30 millones de 2009, a los que hay que sumar 20 millones más, fruto de convenios con las comunidades autónomas. Se trata de un esfuerzo colectivo que, a veces, no tiene la misma traducción en todos los territorios. Llama la atención, por ejemplo, que los índices de disponibilidad de algunas comunidades se sitúan en posiciones alejadas de la media. En las ultimas posiciones Madrid y Murcia. En Madrid, donde se cierran bibliotecas y se disminuye el horario de apertura, sería necesario triplicar la inversión en bibliotecas públicas municipales para alcanzar la ratio de la ciudad de Londres. Tampoco es de recibo que algunas comunidades, como Valencia, no hayan suscrito el convenio sobre fondos bibliográficos extraordinarios, privando a sus ciudadanos de sumar recursos para mejorar la disponibilidad de libros.
Este balance se cierra con otro dato. Las políticas de apoyo al sector editorial han movilizado cerca de 162 millones de euros desde que se pusieron en marcha hace cinco años, con una doble repercusión positiva porque beneficia a los usuarios y beneficia al sector editorial, cuyas cifras de 2009 son positivas a pesar de la coyuntura. Son instrumentos que cooperan eficazmente en el logro de la consecución de una sociedad lectora en España. Libros, caminos por andar y días para ponernos de acuerdo. Para llegar a compartir el pensamiento del poeta: "si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro" (Federico García Lorca)

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