El estudio nos proporciona una interesante perspectiva porque compara los indicadores de 2008, último año disponible, con la situación de los diez años anteriores. Y así resulta que los recursos humanos destinados a la I+D han venido creciendo de manera continua en la última década; con una aceleración extraordinaria en los últimos cinco años. Las universidades españolas siguen siendo las principales productoras de la oferta de investigadores, aunque la situación permanece estacada mientras se produce un fenómeno de creciente reclutamiento internacional de investigadores de otras nacionalidades. Y así resulta, también, que se ha producido una aumento significativo de las unidades o centros que hacen investigación en todos los sectores. Una demostración de la buena salud de nuestro sistema de I+D: casi se han triplicado en los últimos diez años; nuevamente son los centros que dependen de las CC.AA. los que lideran este crecimiento. Y así resulta, además, que ha emergido un nuevo tipo de centros de I+D sobre un nuevo modelo que combina la excelencia y la relevancia, que se aparta del tradicional modelo funcionarial subordinado de la administración (los OPIs). Son nuevos centros que se caracterizan por proyectos muy definidos, con una dirección científica fuerte y la implicación institucional de actores políticos, económicos y sociales, junto a consejos asesores internacionales.Centros que combinan la exigencia de cumplimiento de objetivos y la evaluación del rendimiento.
Pero no todo son luces en este Análisis de más de 800 páginas que coordinan Luis Sanz y Laura Cruz, del Instituto de Políticas y Bienes Públicos (IPP) del CSIC. Seguimos teniendo importantes deficiencias estructurales que dificultan nuestra convergencia. Para dar respuesta a las mismas, estamos tramitando el proyecto de ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación que nos remitió el Gobierno en mayo de 2010 y que esperamos tener finalizado en el primer trimestre de este año. La nueva ley sustituirá a la Ley de Investigación Científica y Tecnológica de 1986, que tan buenos resultados ha dado. Dispondremos así de una poderosa herramienta para diseñar la estrategia de ciencia, tecnología e innovación de las próximas décadas y un marco idóneo para preparar una salida exitosa de la crisis. Que además de ser social debe ser una salida sostenible, donde seamos capaces de conjugar una cultura de la creación, el aprendizaje y la innovación.
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